Como padres, todos queremos lo mejor para nuestros hijos. Tratamos de darles las comidas más nutritivas, educarlos sobre la importancia del ejercicio y asegurarnos de que lleven un estilo de vida saludable y equilibrado. Hacemos todo esto porque entendemos que mantenerse saludable es increíblemente importante para asegurar un futuro vibrante y exitoso. Sin embargo, en el mundo actual, con la prevalencia de la comida chatarra y el tiempo frente a la pantalla, una epidemia silenciosa se está infiltrando en nuestros hogares: la obesidad. Esta condición no se trata sólo de unos cuantos kilos de más; es un peligro para la salud que puede provocar numerosas complicaciones en el futuro. Pero aquí está la buena noticia: la intervención temprana puede marcar la diferencia y su médico es un actor esencial en este camino. Pueden detectar posibles factores de riesgo y ayudarle a tomar medidas proactivas para la salud de sus pequeños. Por eso, en este artículo, compartiremos con usted las cuatro señales principales que los proveedores de atención médica buscan para detectar los riesgos de obesidad en los jóvenes.
Genética
Los genes desempeñan un papel importante a la hora de determinar las posibilidades de que un niño tenga sobrepeso. Si un niño tiene uno o ambos padres con sobrepeso, la probabilidad de que tenga sobrepeso es mucho mayor. Además, ciertos genes pueden preparar el terreno para la obesidad en el futuro. Un ejemplo de gen es el gen FTO, también conocido como “gen asociado a la masa grasa y la obesidad”. Los niños con cambios en este gen podrían comer más, lo que aumenta su riesgo de obesidad. Los médicos suelen preguntar sobre los antecedentes de salud familiar para ver si hay algún patrón que pueda significar un riesgo de obesidad. De esta manera, pueden predecir los riesgos a tiempo y brindar a los padres consejos útiles para prevenirlos.
Opciones de comida
La elección de alimentos también puede ser un fuerte indicador de la posibilidad de tener sobrepeso. Comer demasiados alimentos procesados, bebidas azucaradas y grasas no saludables, pero no suficientes frutas, verduras y cereales integrales puede hacer que un niño se vuelva obeso. Los médicos suelen observar los hábitos alimentarios de los niños, la frecuencia con la que comen comida rápida, si toman bebidas azucaradas y si comen refrigerios ricos en calorías. Si estos hábitos alimentarios poco saludables continúan, pueden surgir preocupaciones sobre la posibilidad de obesidad. Luego, los proveedores de atención médica pueden ayudar a las familias a desarrollar hábitos alimentarios más saludables, reemplazando los alimentos dañinos con opciones nutritivas y promoviendo un enfoque más equilibrado en las comidas y refrigerios.
Estilo de vida
La forma en que vive un niño es importante para determinar si podría tener sobrepeso. Si pasan demasiado tiempo mirando pantallas o no se mueven mucho, podría aumentar la probabilidad de ser obesos. Por ejemplo, si un niño pasa la mayor parte de su tiempo libre jugando videojuegos, mirando televisión o usando un teléfono inteligente en lugar de realizar actividades físicas como andar en bicicleta, practicar deportes o incluso simplemente pasear al perro, podría ser una señal de una enfermedad potencialmente dañina. estilo de vida. Los médicos suelen preguntar qué hace el niño todos los días y qué tan activo es. Si pueden darse cuenta desde el principio de que el niño no es lo suficientemente activo, pueden ayudar a la familia a encontrar formas de incluir más actividad física en su rutina. Esto puede ayudar a reducir el riesgo de obesidad.
Hábitos de sueño
Sorprendentemente, no dormir lo suficiente o tener patrones de sueño irregulares en los niños puede ser un signo de riesgo potencial de obesidad. El sueño es un factor importante que afecta varios aspectos de la salud, incluido el control del peso. Cuando los niños no duermen lo suficiente, sus cuerpos tienden a producir más hormona del hambre, lo que puede provocar que coman en exceso. También producen menos hormona que indica saciedad al cerebro. Este desequilibrio puede provocar que se consuman más calorías, lo que provoca aumento de peso y posiblemente obesidad. Los niños cansados también tienen menos probabilidades de estar activos durante el día y quemar menos calorías. Los médicos suelen observar los hábitos de sueño al evaluar el riesgo de obesidad de un niño. Restaurar buenos hábitos de sueño puede ayudar a prevenir la obesidad infantil y promover la salud y el bienestar general.
Conclusión
Para identificar los riesgos de obesidad en pacientes jóvenes, es importante mirar más allá de los factores obvios. Esto incluye considerar su dieta, actividad física, genética, hábitos de sueño y tiempo frente a la pantalla. Los padres y cuidadores deben estar conscientes de estos signos y trabajar en estrecha colaboración con los médicos para una detección e intervención tempranas. Esto no sólo ayuda a combatir la obesidad infantil sino que también promueve un estilo de vida más saludable y activo y protege la salud de los niños a largo plazo. Los controles periódicos, el fomento de la actividad física, la garantía de comidas nutritivas y el mantenimiento de patrones de sueño saludables son medidas proactivas para reducir los riesgos de obesidad. Recuerde, la detección temprana es crucial para prevenir posibles problemas de salud y garantizar un futuro saludable para nuestros hijos.